“Lugar, sitio o rincón donde en Pradoluengo se pasan los tres días largos del verano, como en cualquier paraíso”.
La experiencia nos demostró que influía la categoría del individuo para seleccionar o encontrar (como vulgarmente se dice), el Balneario mejor.
En dichos lugares se cultivaba en primer lugar y casi de forma especial la charla o conversación, casi siempre de crítica o fisga; pero su fín fue siempre el descanso.
Llegaron a catalogarse en Balneario de diario y Balneario de domingos, no hubo nunca, que se sepa, ningún motivo de rechace hacia el sentido de clase, si bien cierta selección por horario de trabajo, influyó para que se conservara el humor del pueblo en poner motes: el fino conocimiento en la selección del lugar hacia que el vulgo siguiera los pasos de su guía, a cuyo entender, en la mayoría de los casos era producto de su exceso celo, en pasar un rato lo menos aburrido posible.
Entre los más destacados por su asiduidad y categoría se pueden citar las escaleras del telégrafo y clínica, ya que por su solidez y construcción acogían a un número considerable, de asiduos; esto dió en llamarles naturales o estables, ya que otros por su forma de promoverlas eran simplemente una banca (eso sí, bien hecha y limpia), amplia y segura.
Llegó tanto el proceso divulgador, que en su época de esplendor cada vecino llegó a tener el suyo, claro que sin categoría ni solera.
Origen: Aunque se desconoce, sería vulgar decir que se pierde en la noche de los tiempos. Unos los más eruditos, quisieron ver en su origen el enorme deseo de descansar y pasar un buen rato.
Esto en líneas generales es el destino que se les daba a los referidos balnearios de cuya existencia apenas si se recuerda.
¿Quiere decir esto que no nos interesan?