En esta escena huele todo a vida, felicidad, alegría. Fiesta mayor, día de gozo, de procesión, de barquillos, de churros y chocolate. Hoy, las mujeres de Pradoluengo se visten de gala, de seda y paño, de percales traídos de la ciudad. Se tocan con peinetas de concha y cubren sus cabellos perfumados con mantillas de encaje, brocado y lamé.


La instantánea es mágica: el señorito, a lomos de una mula enjalbegada, la Guardia Civil, el niño del mandil… Por la tarde torea un paisano y todas quieren ofrecerle flores, besos y amor.

Los hombres, los mozos, orgullosos, miran a sus mujeres desde la distancia. Y disfrutan del momento. Son sus hijas, sus hermanas, sus novias. Ellas, las mozas más guapas de Pradoluengo.

 

Carlos de la Sierra