La siguiente reconversión de la industria textil de la villa llegará a finales del siglo XIX y principio del XX. Será, de nuevo, una reconversión que marcará las siguientes décadas, prácticamente hasta la actualidad, pero no puede decirse sino, que se tratará de una reconversión a la baja. Las industrias pasan a ocuparse de la producción de tres prendas que en ese momento experimentan una fuerte demanda: la boina, la faja y el calcetín. La estructura empresarial no sufre variaciones trascendental ni se llegan a aglutinar fuertes capitales que aseguren la tecnificación o la adquisición de máquinas punteras.
Este panorama de supervivencia se extiende a la Guerra Civil de 1936: Pradoluengo será uno de los pocos centros textiles de la zona nacional, por lo que la industria se militariza y se destina a la produccion de mantas y jerséis para equipar a las tropas de Franco.
A partir de los años 70 del siglo XX, Pradoluengo entra en una nueva etapa, donde la tecnología se revela como factor diferencial. El cambio de costumbres en el vestir significará el final de una producción de boinas, quedando el calcetín como producto practicamente único de las empresas pradoluenginas.