Pradoluengo como es sabido por todos ha mantenido desde siempre un íntimo vínculo con el río. Es el uso de la fuerza del río el que da vida a los batanes.
Cuando las telas, mantas, bayetas o paños tejidos en los telares debían tener una mayor resistencia, o una consistencia más gruesa, por uso al que iban a ser destinados, se les sometía a una nueva operación denominada: abatanado o enfurtido.
El batanado se realizaba en los batanes, pisa, pisones. Los tejidos de lana, principalmente gruesos, se golpean mientras están remojados para que se limpien, se incorporen y tupan o apelmacen. La necesidad del batanado venía no sólo impuesta por el hecho de que el paño alcanzase una mayor densidad (caso de las boinas principalmente) y peso, en definitiva una mayor calidad y durabilidad del tejido, sino además para desengrasar los paños. De hecho en el proceso de cardado, hilado y enmadejado de la lana, esta se engrasaba con aceites que después de tejida quedaban en el paño. El objeto de engrasar la lana no es otro que el de prevenir el deterioro de las fibras por el roce. El batanado requiere de una emulsión de agua, algunas veces de orina y tierra de batán (caolina o también greda que hacen el efecto de absorber la grasa y blanquear la lana).
En Pradoluengo se conocieron a lo largo del río un gran número de batanes, molinos, tintes e hilaturas, que gracias a la fuerza del río podían funcionar.